Por último la propia fuerza todos los cuerpos destruiría si
no fueran eternos sus componentes internos. unida entre sí por
enlaces más o menos fuertes; sólo con el tacto desaparecería entre
nuestros dedos no siendo eternos sus componentes sería suficiente
para disolverlos cualquier fuerza. Pero, puesto que constan de
distintos elementos y los componentes son eternos, Los cuerpos
intactos permanecen si no reciben un choque que desate de sus
componentes las ligaduras. Por tanto ningún cuerpo desaparece en la
nada, sino que, al destruirse, vuelve a sus primitivos
elementos. (LUCRECIO. De Rerum Natura, I,238) |
Y conviene también de esto que tu sepas, que cuando los
átomos caen hacia abajo en el vacío por su propio peso, en un
momento incierto, en un lugar indeterminado se desvían un poco de su
rumbo, lo mínimo para que puedas decir que se han desviado. Porque
si no se desviaran, caerían como gotas de lluvia hacia abajo, por el
vacío profundo y no chocarían entre sí y al no combinarse nunca
crearía la naturaleza nada. (LUCRECIO. De Rerum Natura, II,216) |
Porque con los golpes todos los cuerpos desde todos sitios se distribuyen, cada cual con el suyo, y se retiran junto a su progenie: ⟨va⟩ el líquido a lo líquido, de cuerpos térreos crece la tierra y los fuegos forjan fuego y éter ⟨el éter⟩, hasta que la naturaleza productora, en su hacer, lleva todas las cosas hasta el límite último de crecimiento.
luminoso. (LUCRECIO. De Rerum Natura, II,1112) |
Y sin embargo no está ocupado todo en los cuerpos; porque
existe también el vacío en las cosas. (...) Porque hay un espacio
vacante y vació. Si así no fuera, no podrían en modo alguno los
objetos moverse; puesto que es propio de los cuerpos sólidos chocar
y enfrentarse unos a otros en todo momento; tampoco nada podría
avanzar objeto alguno puesto que ningún objeto cedería a otro.
(LUCRECIO. De Rerum Natura, I, 329) |
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Huye de la opinión de los que creen, Memmio, que los cuerpos se dirigen todos a un centro. (...) Pues en una extensión ilimitada no puede darse un centro. (LUCRECIO. De Rerum Natura, I) |